En estas épocas de Pandemia se espera que la toma de decisiones morales sea racional y lógica, con un enfoque en reglas universales y objetivas. En contraste, la ética del cuidado defiende algunas emociones, como el cuidado o la compasión, como morales.

La ética del cuidado es una ética feminista, que reconoce que las reglas deben aplicarse en un contexto, y la toma de decisiones morales en la vida real están influenciadas por las relaciones que tenemos con quienes nos rodean.  En estas épocas de la equidad de género y del movimiento “me too”, vincular a las mujeres con el rasgo del cuidado podría criticarse como estereotipo sexista, máxime cuando la sociedad no valora a los cuidadores como deberían, sin distingo de género.

Las dimensiones de la ética del cuidado incluyen cuidado de nosotros mismos (cuerpo y espíritu), cuidado de los otros (forma de relacionarnos), cuidado del intelecto (inteligencia de la colaboración, del altruismo), cuidado de los extraños (cuidar los bienes públicos tangibles e intangibles).

No son solo las mujeres las que se preocupan o las que asumen roles de cuidadoras (remuneradas o no), sin embargo, las profesiones empáticas con el cuidado, como la enfermería, la enseñanza, el cuidado de los niños y el asesoramiento, están dominadas por las mujeres, y las mujeres aún desempeñan la mayoría de los roles de cuidado no remunerados, incluida la crianza de los hijos y las tareas domésticas en el hogar.

Para practicar la ética del cuidado se recomienda comprender que las personas tienen diversos grados de dependencia e interdependencia entre sí, que otros individuos afectados por las consecuencias de las elecciones de uno merecen consideración en proporción a su vulnerabilidad, que los detalles de la situación determinan cómo salvaguardar y promover los intereses de los involucrados.