La Unión Europea la define como “encontrar nuevas formas de satisfacer las necesidades sociales, que no están cubiertas por el mercado o por el sector público… o generar los cambios de comportamiento necesarios para resolver los grandes desafíos de la sociedad… formando y acompañando a la ciudadanía y propiciando nuevas relaciones sociales y nuevos modelos de colaboración. Son, en lo posible, al mismo tiempo innovadoras en sí mismas y útiles para apropiar a la sociedad de innovar…”.
La innovación social no es innovación organizacional (de gestión o procesos), no son buenas prácticas en las intervenciones sociales, no son solo obras para disminuir brechas digitales, brechas cognitivas o tecnológicas, no son sinergias entre RSE (Responsabilidad Social Empresarial) e innovación empresarial, no son metodologías colaborativas para crear e ingeniar, no es el desarrollo de las redes sociales y la web x.0 con la comunidad.
Existen enfoques económicos para realizar innovación social como nuevas ideas que satisfagan necesidades sociales y potencien relaciones sociales y de colaboración, como es el caso de NESTA. O enfoques gerenciales, como una nueva solución a problemáticas sociales de forma eficiente, sostenible y justa acumulando valor en lo colectivo sobre lo individual, como es el caso de la iniciativa Stanford.
El enfoque socio-ecológico podría generar nuevos procesos, programas o productos que cambien los esquemas básicos del sistema social en pro de lo ambiental y sustentable, como es el caso de la iniciativa de innovación social del Canadá. Y el enfoque de desarrollo local que pretende generar cambios en las instituciones y agencias de poder hacia la inclusión que es el caso de la Red de territorios socialmente responsables de España.
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